miércoles, 15 de mayo de 2013

El verdadero milagro extremeño







Dos economistas publican hoy en el diario El País un análisis que cuestiona lo que José Antonio Monago ha dado en llamar 'El milagro extremeño', que no es otra cosa que haber conseguido reducir el déficit público de nuestra autonomía del 4,6% al 0,7% del PIB en un solo año. Según estos teóricos, no hay tal milagro, puesto que el logro se asienta en dos pilares inestables: los ingresos extraordinarios procedentes del impuesto a los bancos (152 millones de euros, tras fallar el Tribunal Constitucional a favor de este tributo instaurado por los socialistas) y un recorte en la inversión pública cercano al 50% (tijeretazo sin precedentes en la historia de nuestra democracia). Os invito a leer el texto y a sacar vuestras propias conclusiones sobre el escepticismo de los profesores José Ignacio Conde-Ruiz (Universidad Complutense) y Juan Rubio Ramirez (Universidad de Duke). 
(http://politica.elpais.com/politica/2013/05/14/actualidad/1368556724_529749.html)

Mi particular punto de vista es otro, más mundano. No creo en los milagros. La RAE recoge dos definiciones principales de este término. La primera: "Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino". Y la segunda: "Suceso o cosa rara, extraordinaria y maravillosa". Como, de momento, Dios tiene abandonados a los parados a su suerte y no está acreditado que nuestro presidente autonómico tenga poderes divinos, abordo la segunda acepción.

Sin duda, ese "suceso extraordinario y maravilloso" que esperamos los ciudadanos -el auténtico 'milagro extremeño'- no es otro que la generación de puestos de trabajo. Que veamos bajar de forma sensible esa lista negra de 148.887 desempleados registrados en las oficinas del Sexpe. Porque, mientras en España nos enredamos en un debate político sobre las velocidades de reducción del déficit público, la cruda realidad es que los ciudadanos somos cada vez más pobres, un 8% más en concreto, según un estudio presentado hoy por Bancaja y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas. El índice empleado es significativo puesto que mide la denominada pobreza humana, que combina factores económicos (renta y desempleo con los sociales (educación y salud). (http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/05/15/valencia/1368618284_302580.html)

Y ya se sabe que si la renta de las familias se desploma, el consumo hace lo propio, el PIB se resiente y, por tanto, no hay forma de generar empleo neto. Es el círculo vicioso en el que estamos inmersos. A estas alturas, todo hijo de vecino sabe que si el PIB (output en el gráfico de la izquierda) no crece al menos un 1,5% anual no es posible sostener el mercado laboral y que para que se cree empleo neto es necesario que el crecimiento alcance el 2,5-3%. Esto no es sólo teoría macroeconómica. Que le pregunten a las decenas de familias extremeñas que tienen a todos sus miembros en paro, no perciben ya prestación alguna y no tienen un euro para gastos extra.

Reducir el déficit es una imposición de Bruselas y de Madrid. No hay otra. Que unas autonomías hayan hecho los deberes y otras no, sin duda, es motivo para levantar la voz y cabrearse. Entiendo a Monago cuando lo hace. Pero no nos engañemos, los ciudadanos no están en esa guerra. Su frente es otro. No acudieron a las urnas, desalojando a Rodríguez Zapatero y Fernández Vara de los gobiernos de Madrid y Mérida, respectivamente, para ver ahora esquilmados los servicios públicos y comprobar cómo, día tras día, familiares y amigos se quedan sin empleo. No es creíble seguir apelando a las herencias y a las imposiciones europeas como coartada de todo. Insisto: los votantes ya mandaron a casa a los que creyeron responsables del desaguisado. Es hora de hacer algo más que meter la tijera y aprobar medidas de dudosa eficacia en materia laboral, ¿no?

Puestos a creer en milagros, yo solo creo en el que hace a diario Ana, una viuda octogenaria de Cáceres que, con una mísera pensión de viudedad, mantiene a tres hijos y sus respectivas familias, todos sin trabajo.

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