Mi hijo, David, no ha ido hoy al instituto. No ha sido
fácil, pero mi familia ha tomado la decisión de secundar la huelga educativa
convocada por las Ampas. Es la única medida a nuestro alcance para protestar
contra la deriva educativa en que está sumida España y que afecta especialmente
a autonomías que, como Extremadura, sufren históricamente niveles de fracaso
escolar más elevados.
Los avances en favor de una enseñanza pública de mayor
calidad no pueden verse truncados por esta injusta política de recortes, que se
suma, además, a nefastas decisiones tomadas en los últimos años, tanto a escala
nacional como regional, por gobiernos cegados por la burbuja
informática-digital y una mal dirigida apuesta por un presunto bilingüismo que
no es tal. Nuestros hijos no pueden pagar el pato ni de la 'barra libre' de
anteriores gobiernos ni los tijeretazos indiscriminados de los actuales.
Pero
huelga no equivale a juerga. David va a trabajar hoy en casa en doble de lo
habitual, mirará los contenidos que hoy han impartido en clase los profesores y
hará los deberes que se han encargado a sus compañeros. Es cuestión de
responsabilidad.